Reseña "Satin Island"

lunes, 10 de agosto de 2015

Yo prometí que esto no iba a suceder. Lo juro, tenía la firme intención de practicar el noble arte de la contención. Hice un pacto conmigo mismo para no embarcarme sin ton ni son en proyectos de envergadura desproporcionada. Sin embargo, parece que la gente pone piedras en mi camino con las que me gusta tropezar. Eso que empezó como una broma inocente, un chiste privado entre miembros pertenecientes al mismo grupo de apoyo, se ha acabado convirtiendo en un desafío de carácter intensivo capacitado para fagocitar cualquier otro foco de atención. La culpa es mía, por supuesto, por seguir frecuentando sin precaución alguna los mismos círculos de influencia. No debería codearme con individuos capaces de transformar mis más tímidas sugerencias en una auténtica maratón literaria. Pero seamos sinceros... ¿acaso seguirían siendo nuestros pequeños rincones personales la mitad de intensos, irracionales y divertidos, de no ser por todo ese brainstorming repentino que nos asalta de vez en cuando? Sea cual sea la respuesta, mi participación en el presente reto de abarcar la lista completa de nominados al próximo Man Booker Prize ya ha dado sus primeros frutos. Vayamos a comentarlos.

Ahora bien, para comprender a plenitud (si es que tal empresa es posible) todo lo que encierra una novela como Satin Island, es necesario tomar en cuenta algunas consideraciones previas. Por ejemplo, que Tom McCarthy (Residuos. Lengua de Trapo, 2007) parece haberse convertido en el adalid de una nueva literatura sin fronteras que persigue como principal objetivo el derrumbe y posterior exterminio de los cánones establecidos. Ni siquiera parece correcto calificar la obra de McCarthy como una simple 'novela', aun siendo ese el único sustantivo que se libra de ser tachado sin contemplaciones en la cautivadora cubierta de Satin Island. Tratado filosófico, ensayo, manifiesto intelectual. Cualquiera de las anteriores me parece una opción mucho más válida para describir aquello que va tomando forma bajo las directrices del escritor británico en un plano radicalmente distinto al de la novela tradicional. La ausencia palpable de argumento, la despersonalización de la voz narrativa, el propósito más que evidente de trascender cualquier corriente estética anterior... sin duda, McCarthy hace que Pynchon parezca un escolar con delirios de grandeza. 

A pesar de lo anterior, me deja pasmado la facilidad con la que uno se adentra en las agitadas corrientes de Satin Island sin llegar en ningún momento a perder la cordura. Puede que sea la de McCarthy una obra inusual, arriesgada y ambiciosa hasta el extremo (el protagonista, un antropólogo llamado U, recibe la comisión de elaborar un informe que condense la práctica totalidad del conocimiento humano), pero lo cierto es que la novela conserva un elevado grado de accesibilidad que hace de su lectura una experiencia agradable, estimulante y enriquecedora, en lugar de un impenetrable batiburrillo de circunloquios enciclopédicos sobre temas diversos. Desde el milimétrico funcionamiento del tráfico aéreo en un aeropuerto de enlace hasta el derramamiento accidental de vertidos petrolíferos al océano, pasando por el número de personas que mueren cada año por sabotaje de paracaídas o el modo en que el sistema de buffering se asemeja a nuestro modelo cognitivo, cualquier cosa que se os pueda venir a la mente es susceptible de aparecer entre las páginas de Satin Island para disparar en la prodigiosa Intranet que tiene nuestro protagonista por cerebro un apabullante torrente de conexiones temáticas, referencias cruzadas, pop-ups más bien anecdóticos e hipervínculos que conducen a tierras remotas del saber. Todo ello, claro está, obedeciendo a ese empeño ulterior de Mccarthy por condensar en poco menos de 200 páginas el inasible zeitgeist del nuevo milenio.
  
La prosa de McCarthy, virtuosa, inteligente, aguda, con ecos de Foster Wallace y J.G. Ballard, es más un escrutinio narrativo que una expresión artística. El carácter recurrente de ciertos temas y escenas de la novela revela un interés desmedido por encontrar patrones o puntos de repetición en el tejido de la realidad y descubrir de este modo la validez o no del titánico proyecto empresarial asignado a U. Pero al final, como lector, poco importa determinar hasta qué punto la novela de McCarthy tiene sentido, si es un pretencioso desvarío intelectualoide o una genialidad sin precedentes. Lo único que te apetece al llegar a la última página de Satin Island es echarte una cabezadita y olvidar el mayor número posible de datos almacenados. Al menos, ese ha sido mi caso. Tampoco me malinterpretéis: no me arrepiento en absoluto de haber leído esta obra. Aún así, confieso que me ha parecido un chiste sin gracia, carente de grandes aportaciones literarias -solo conceptuales- y en el que tampoco me han quedado muchas ganas de indagar tras una, eso sí, muy amena lectura. ¿Acabará Tom McCarthy, contra todos mis pronósticos, alzándose con el ansiado premio al que aspira Satin Island? ¿Veremos próximamente publicada esta novela bajo el amparo de una editorial transgresora y sin tapujos como, por ejemplo, Alpha Decay? ¿Quedará en entredicho a partir de ahora mi despiadada reputación como crítico amateur? Preguntas, preguntas. Solo el tiempo nos proporcionará las respuestas.        




2 comentarios :

  1. También pasó por mi mente la idea de leer la longlist del Man Booker Prize este año, pero la falta de presupuesto y tiempo al final me han hecho renunciar al proyecto. De momento sí me he leído "A little life", que parece el favorito de la mayoría, y la verdad es que tampoco me ha fascinado tanto. Puedo que me anime con alguno más de la lista, pero con este no creo. Todo el mundo lo tacha de pretencioso y me da mucha pereza... Espero ver qué te parecen el resto de la lista! Un beso!

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