ManBookering #1: The Sellout + My Name Is Lucy Barton

domingo, 31 de julio de 2016

Por si hay algún despistado en la sala, esta misma semana se ha hecho pública la —sorprendente, sin duda— lista de nominados a la última edición del Man Booker Prize. Tal y como hice el año pasado, me he propuesto leer la mayor cantidad posible de títulos antes de que se revele la shortlist el próximo 13 de septiembre, y teniendo en cuenta la longitud —tirando a escasa— de la mayoría de nominados, es muy posible que logre mis objetivos con bastante más éxito que en anteriores ocasiones (menudos TOCHOS había en 2015). De momento, ya he podido leer dos de estas novelas y lo cierto es que ambas me han parecido lecturas sumamente inusuales y llamativas. Aquí os dejo con mis impresiones:




The Sellout, a priori una de las novelas favoritas de la crítica para alzarse con el premio, es la sátira más ácida, lacerante y enfurecida que he leído en toda mi vida. De verdad, no exagero ni un ápice. En lugar de una simple obra de ficción, este libro parece una metralleta con la que Paul Beatty se propone cargar contra todos esos prejuicios, tópicos e ideas preconcebidas que circulan tan profundamente instalados en la sociedad norteamericana en materia de raza, cultura y jerarquía social. Y lo hace poniéndonos en la piel de un joven afroamericano que espera mientras se fuma un porro ser juzgado ante el Tribunal Supremo por reinstaurar la esclavitud y la segregación racial en su localidad, un barrio agrícola situado a la afueras de Los Ángeles que ha sido literalmente eliminado del mapa por motivos estéticos.  
   Así pues, el protagonista, que fue sometido de pequeño a crueles experimentos psicológicos y cuyo nombre nunca se menciona, comienza a relatar los diversos episodios que han conducido a tal situación con una voz narrativa extremadamente beligerante, cáustica e imbuida de una mordacidad indiscriminada que diserta con inteligencia y agudeza sobre la sangrienta historia de Estados Unidos o los movimientos en pro de los derechos civiles y que incluso se atreve a poner en tela de juicio el papel de la propia comunidad negra en el establecimiento de la percepción discriminatoria que se tiene sobre ella. The Sellout es un libro que posee una fuerza tremenda y que invita a un profunda reflexión en los temas que aborda (identidad racial, desigualdad, educación, entretenimiento, brutalidad policial), golpeándote en cada página de maneras que ni te esperas. 
   Sin embargo, también es un libro extenuante, tanto en su tono como en su estilo: se trata de un texto con una gramática ardua, al más puro estilo Foster Wallace, repleto además de referencias enciclopédicas y cuya constante crítica y hostilidad extrema no se ven compensadas con casi ningún alivio humorístico. A veces parece más un ensayo que una pieza narrativa propiamente dicha, así que no hubiera estado nada mal desarrollar un poco más el argumento o profundizar en los personajes más allá de sacar a relucir sus diferentes posturas ideológicas. Ahora bien, ¿lo recomiendo? Pues depende. The Sellout es una apuesta complicada, árida, arriesgada... pero también muy impactante e innovadora. Veo totalmente justificada su nominación. Así que, si os interesa el tema, no dudéis en darle una oportunidad.  

★★★½





Elizabeth Strout es la aclamada autora de, entre otros, The Burgess Boys y Olive Kitteridge, por la que ya ganó el Pulitzer en 2009. Su nueva novela es un breve relato (se puede leer sin problemas de una sentada) protagonizado por una joven, Lucy, que se reencuentra con su madre tras ser hospitalizada por una operación de apéndice. Esta inesperada visita le trae recuerdos de su tormentosa niñez en una granja de Illinois en los 60 y, poco a poco, rememorando personas y las historias unidas a ellas, ambas mujeres comienzan a estrechar unos lazos que Lucy creía desaparecidos después de haber estado años sin hablarse.
   My Name Is Lucy Barton es una de esas novelas de arrebatadora sencillez que, aun sin contar con grandes artificios narrativos ni impactantes golpes de efecto, consigue sumergirte paulatinamente en la historia por la enorme ternura y calidez con que está contada. A través de una estructura no lineal en la que conocemos pequeños episodios de su pasado —criada en un entorno de extrema pobreza y austeridad emocional—, su presente en el hospital y su futuro como madre y esposa que a veces carece de las herramientas necesarias para afrontar los tragos amargos y las frustraciones de la vida, Elizabeth Strout desarrolla en apenas unas pocas pinceladas un personaje tan fascinante como contradictorio, tan cotidiano como memorable.
   Su amor por los libros (que implantarían más tarde en ella el deseo de ser escritora), sus agudas observaciones sobre la condición humana (que no siempre consigue explicar con las palabras adecuadas) y sus pronunciadas carencias afectivas (que trata de solventar de manera inocente a la par que desesperada) son solo algunos de los rasgos más notables de una protagonista repleta de aristas y recovecos que nunca se terminan de explorar, pero cuya sola existencia se hace palpable en cada página. Así pues, My Name Is Lucy Barton no es la novela más original ni impresionante del mundo, pero solventa de manera asombrosa su incursión en los terrenos de la dinámica familiar, el amor, la falta de comunicación y la necesidad de reconciliarnos con nuestros orígenes. 
    Por si fuera poco, esta reseña viene acompañada por una buena noticia, y es que la editorial Duomo la publicará en español tan pronto como el próximo 29 de agosto. ¡No tenéis excusa para perdérosla!

★★★½ 


Naomi Novik - Un cuento oscuro

lunes, 18 de julio de 2016

► Título originalUprooted
► Traducción: Julio Hermoso
► Año de publicación: 2015
► Editorial: Planeta
 Páginas: 688



Si el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, yo debo de ser un ornitorrinco o un unicornio rosa, porque con Un cuento oscuro ya van veinticinco caídas iguales por lo menos. Mi instinto lector me advirtió hará ya cosa de un año, cuando este libro empezó a hacerse famosillo por el mundo anglosajón, que la última novela de Naomi Novik no iba a ser precisamente santo de mi devoción. Al menos el envoltorio no me atraía demasiado. Pero ya se sabe. La avalancha de buenas críticas, las urgentes recomendaciones de autores como Patrick Rothfuss y la interminable ristra de premios a los que ha sido nominada (o que ha ganado, incluso) hicieron florecer mi interés por un libro que quizás, por fin, fuera ESE, el Elegido, un gran descubrimiento literario que no hubiera sido posible de haberme dejado vencer por mis reticencias.

Pista: no.

Por más que me esfuerzo (y creedme que lo intento, de veras) no consigo ver qué diantres ha visto la gente en este libro que lo hace tan superespecial, diferente y novedoso de las otras chorrocientas novelas de género fantástico que se publican cada año. De hecho, Un cuento oscuro es la antítesis de la originalidad. No es más que un refrito de diferentes cuentos y mitos extraídos del folclore eslavo, aderezado con una pizca de terror gótico y un buen puñado de clichés sangrantes a más no poder. En la novela de Naomi Novik, un poderoso mago conocido como el Dragón se encarga de proteger a los habitantes del valle en el que vive de un maligno bosque cercano, exigiendo a cambio escoger cada diez años una muchacha de diecisiete para llevársela a su torre. Nadie parece saber muy bien qué hace el Dragón con estas chicas o qué ideas les mete en la cabeza, pero todo el mundo le teme porque cuando vuelven de su encierro ya no quieren permanecer en casa y se marchan a la capital de reino con un saco de dinero, rumbo a la Universidad. Sí. Aterrador. El caso es que ha llegado el momento de que el Dragón realice una nueva cosecha y ahí está la guapa, inteligente, elegante y maravillosa Kasia lista para despedirse de su familia durante una buena temporada hasta que, ¡oh!, ¡sorpresa!, aparece el susodicho mago y decide llevarse en su lugar a la amiga patosa y destartalada.

Nuestro Dragón no devora a las niñas que se lleva, digan lo que digan las historias que cuentan fuera del valle. A veces las oímos en boca de los viajeros que vienen y van. Hablan como si estuviéramos haciendo sacrificios humanos, y como si él fuese un dragón de verdad. Por supuesto que tal cosa no es cierta.

A partir de entonces, la atónita Agnieszka inicia un proceso de "aprendizaje" en las artes mágicas que consiste básicamente en pronunciar palabras aleatorias y hacerse vestidos de la nada con una apabullante tasa de éxito para lo torpe que es (porque os he dicho ya que Agnieszka es torpe, ¿no?). La relación maestro-alumna que mantienen el Dragón y Agnieszka durante los primeros compases de la historia goza de los tópicos más bochornosos que te puedas echar a la cara, lista encabezada por una inenarrable tensión sexual absurda y totalmente gratuita. El sistema mágico en sí tampoco es que tenga ni pies ni cabeza, más bien sirve como una excusa de lo más oportuna para que los personajes hagan lo que les salga de las narices sin mayores complicaciones (eso sí, cuanto más espectacular, mejor). Además, a medida que la trama avanza, el escaso interés que me había generado la historia se diluye en un catastrófico embolao político que la autora decide estirar como el chicle y en el que de repente se ven involucrados un montón de personajes que no reciben tratamiento alguno. En serio, son literalmente indistinguibles unos de otros.

Una de las pocas cosas que se pueden salvar de Un cuento oscuro es precisamente esa ambientación sombría, tétrica y amenazante que se manifiesta sobre todo en la presencia del Bosque como entidad orgánica, expansiva, habitada por criaturas terroríficas, una atmósfera corrupta, árboles capaces de encarcelarte en su interior y otros horrores bastante inquietantes. También se puede añadir a su favor —por decir algo— que la historia goza de un ritmo dinámico, en el sentido de que siempre están pasando cosas y cabe la posibilidad, claro, de que alguna te parezca mínimamente entretenida aunque la mitad del libro consista en un continuo ir dando palos de ciego. Para muchos, este frenetismo argumental supondrá una ventaja, pero para mí es el perfecto ejemplo de que es posible subirse a una montaña rusa y aburrirse como una mona.

A pesar de todo, si te ves capaz de obviar sus enormes lagunas narrativas, la planitud de los personajes, los tópicos, las incoherencias, la exasperación que produce la protagonista y esa falta de justificación que en líneas generales gobierna la trama, si puedes pasar por alto todo eso, Un cuento oscuro supone una opción válida para los amantes de los clásicos cuentos de hadas y la mitología rusa/polaca/similares. Al fin y al cabo, uno puede tener los guilty pleasures que le dé la gana. Sin embargo, teniendo en cuenta la desmesurada cantidad de opiniones positivas que andan por ahí circulando sobre ella, para mí Un cuento oscuro ha supuesto una decepción tremenda. 




Ian McDonald - Luna. Luna nueva

lunes, 11 de julio de 2016

► Título original: Luna: New Moon
► Traducción: José Heisenberg
► Año de publicación: 2015
► Editorial: Ediciones B
 Páginas: 432



Aunque son más sus diferencias que sus semejanzas, resulta inevitable concebir los títulos que han protagonizado estas dos últimas ediciones del reto 10x10 como dos caras de una misma moneda. Mientras que Seveneves constituye una ambiciosa y enciclopédica odisea de proporciones épicas, la novela de Ian McDonald se lee como una subrepticia partida de ajedrez donde asistimos expectantes al paulatino declive de las piezas. Exceso contra contención. Destrucción absoluta versus adaptación al entorno. Reproducción programada o sexualidad sin complejos. Dos formas alternativas de entender lo que en realidad es una única y demoledora verdad: la Luna está destinada a convertirse en el sepulcro último de la especie humana.

En la primera entrega de su trilogía lunar, el escritor británico Ian McDonald nos adentra en un futuro poco halagüeño donde cinco grandes corporaciones se reparten el control sobre la superficie y los recursos del satélite, estableciendo complejas y quebradizas relaciones de poder mediante innovadores contratos matrimoniales que no son sino el reflejo de una sociedad polígama y sexualmente depredadora. En medio de esta coyuntura, Adriana Corta se erige como la dirigente y cabeza visible de uno de estos poderosos clanes, los Corta, cuya empresa Corta Hélio ha prosperado enormemente gracias a la extracción de dicho elemento, permitiendo a su familia sobrevivir una vez tras otra a los frecuentes terremotos políticos que sacuden el territorio lunar. Ahora, sin embargo, Adriana Corta se halla en el ocaso de su vida y, temiendo que sus herederos pongan en peligro el imperio que tanto esfuerzo le ha costado construir, decide —quizá por última vez— tomar cartas en el asunto.

La pantalla de los respaldos mostraba la superficie. En una pantalla, fuera del casco, siempre es igual: gris, lisa y fea, y cubierta de pisadas. En el tren había trabajadores, ingenieros, amantes, parejas e incluso un par de niños. Había ruido, color, bebida, risas, maldiciones y sexo. Y nosotras arrebujadas en la parte de atrás contra el mamparo. Y pensé: «Esto es la Luna».

En contra de lo que a primera vista pudiera parecer, Luna. Luna nueva no es una novela particularmente emocionante ni frenética. Más bien, se trata de una historia muy estratificada y de lento desarrollo, encauzada (de manera bastante notable, he de decir) a través de los conflictos que padecen sus peculiares protagonistas. Hablamos de personajes díficiles, poco agradables, repulsivos en algún que otro caso, pero también muy trabajados y de marcado carácter, haciendo aquí especial énfasis en el apartado femenino del reparto, mucho más brillante que el masculino. Sin duda, los capítulos en los que Adriana Corta rememora su juventud, así como el talento y la ambición que la poseían, me han parecido los más significativos y mejor elaborados de toda la novela. Asimismo, su hija Ariel despunta como una mujer de armas tomar —literalmente— que enarbola un independentismo kamikaze a la hora de abrirse paso en un mundo dominado por los dictámenes y disposiciones del sexo masculino.

La ambientación es otra de las grandes bazas con las que Luna. Luna nueva cuenta a su favor. Ian McDonald deja caer a lo largo del libro una impresionante cantidad de información (despachada a base de pinceladas) sobre infinidad de áreas que rigen la vida en la Luna, permitiéndonos entrever además todo lo que el autor se ha dejado en el tintero. Desde los distintos niveles que componen la jerarquía social y política hasta el modo de comunicarse con el entorno a través de chips visuales, pasando por campos como el entretenimiento, la economía, el lenguaje, la tecnología, la estructura familiar, el sexo o la religión, la labor de worldbuilding multicultural ejercida por Ian McDonald me ha parecido tanto más fascinante cuanto más me iba adentrando en ella. Sensación reforzada por la certeza de que en esta Luna imaginada por McDonald, marcada por maquiavélicas intrigas, crípticas profecías elaboradas por inteligencias artificiales, conspiraciones y una competitividad extrema, aún queda mucho escondido bajo la superficie. 

Quizá las constantes comparaciones con Juego de tronos le hagan un flaco favor a Luna. Luna nueva (aunque, analizándolo bien, no resultan nada desacertadas) y el tramo inicial de la obra se presente un poco intimidante o incluso inaccesible, pero a mí en líneas generales la novela de McDonald me ha parecido enormemente entretenida, repleta de potencial, más y más adictiva a medida que me iba acercando a su conclusión y bien resuelta con todos esos frenéticos acontecimientos que pulverizan la aparente estabilidad que hasta ahora reinaba en la Luna, dejando la puerta abierta a una continuación del todo prometedora. 

Estimado señor McDonald: ya puede usted ir dándose prisa en traernos la segunda parte...



Michel Faber - El Libro de las cosas nunca vistas

jueves, 7 de julio de 2016


► Título originalThe Book of Strange New Things
► Traducción: Inga Pellisa
► Año de publicación: 2014
► Editorial: Anagrama
 Páginas: 624



Predicar el Evangelio no es tarea fácil en un mundo que parece cada vez más dejado de la mano de Dios. Por norma general, el ser humano se esfuerza por cultivar su espiritualidad, deposita su fe en la existencia de una deidad amorosa y protectora que asegura estar cuidándonos aunque todo se desmorone a nuestro alrededor. Sin embargo, no todos aguantan el constante envite de la tragedia y el sufrimiento. Algunos desisten. Abandonan el barco ante la ausencia de auxilio. Reniegan de su bien establecido sistema de creencias, apuntalado sobre infinidad de versículos que pretenden combatir esos momentos de flaqueza en los que miramos al cielo y solo vemos estrellas. 

Otros, por el contrario, interpretan los períodos de crisis como una oportunidad perfecta para demostrar su confianza en un plan divino que, en vez de comprender, únicamente aspiramos a seguir. Peter Leigh es de los que se encuentran en este último grupo. Gracias a su esposa Bea, fue rescatado de una existencia miserable e insignificante sumida en un alcoholismo autodestructivo. Y ahora, como muestra de agradecimiento y de convicción en el poder de Dios, se embarca en una descabellada misión espacial organizada por una enigmática corporación llamada USIC que tiene como objetivo difundir el mensaje esperanzador del cristianismo entre una remota población de extraterrestres. 

Dios había dispuesto para él. Lo que sea que estuviera escrito sería sin duda precioso y asombroso. Su vida entera —ahora lo entendía, mientras las fachadas de lo desconocido se alzaban ante él, albergando maravillas inimaginables—, su vida entera conducía a ese momento.

Ahora bien, una vez establecida la premisa, cabe preguntarse: ¿qué es exactamente El libro de las cosas nunca vistas? ¿Ciencia ficción? ¿Proselitismo narrativo? Ni lo uno ni lo otro. Michel Faber hace honor a su intachable reputación como escritor de culto a través de una novela que indaga de manera magistral en cuestiones fundamentales para entender el sinsentido ocasional de la naturaleza humana. 

A medida que Peter se va instalando en la base que USIC ha construido en Oasis, hogar de esa extraña comunidad alienígena formada por Amadores de Jesús, vamos descubriendo mediante demoledores correos electrónicos de su esposa Bea que las cosas en la Tierra están tomando un rumbo estremecedor. Dividido entre la misión apostólica que se trae entre manos y la responsabilidad conyugal de consolar a su mujer, Peter Leigh experimenta una serie de dilemas y disyuntivas emocionales que no ha afrontado nunca y que sacan a relucir una reconfortante calidad humana. Y es que, si una cosa hace bien Michel Faber en El libro de las cosas nunca vistas, es transmitir sentimientos muy intensos que no son sino un reflejo de las magnitudes que se manejan en esta novela. Y lo hace sin artificios ni grandes giros argumentales, solo dejando que la añoranza, las dudas, la satisfacción y el deseo vayan anidando paulatinamente en el corazón de Peter hasta que sin más remedio desbordan las páginas.

En términos argumentales, El libro de las cosas nunca vistas está lleno de posibilidades. Entre idas y venidas desde la base de USIC hasta el asentamiento de discípulos potenciales se perciben gran cantidad de filones y yacimientos narrativos listos para ser explotados. Por tanto, es una lástima que Faber no los aproveche del todo y nos deje con la sensación de algo que pudo haber sido mucho más grande y completo. La peculiar relación de Peter con sus compañeros de la base, el halo de misterio que recubre los entresijos de USIC o los obstáculos lingüísticos que afronta nuestro protagonista a la hora de establecer una comunicación fluida con los habitantes de Oasis son solo algunos de los temas que, de haberse tratado con más ahínco, harían de El libro de las cosas nunca vistas una historia sublime sobre personas dañadas y semántica teológica. No obstante, no deja de ser esta una primera aproximación bastante exitosa a la obra de Michel Faber que recomiendo sin dudar y que ya atesoro como uno de los descubrimientos más interesantes de los últimos meses. 



Reseñas breves [133-136]

miércoles, 6 de julio de 2016


#133. Ben Brooks - Hurra

¿Alguien más ha sentido la irresistible necesidad de empapelar las paredes y tapizar los sofás de su casa con esas portadas que se marca Blackie Books? Porque yo sí. Consideraciones estéticas aparte, la última novela del escritor británico se yergue en mitad del escenario editorial de nuestro país como una intempestiva vorágine de teatralidad adolescente. Nunca había leído nada de Ben Brooks antes de Hurra y lo cierto es que no sabía muy bien a qué atenerme. Sin embargo, pocas páginas pasan cuando uno se da cuenta de que lo más sensato cuando se trata de Brooks es hacer como los protagonistas de esta novela: no atenerse absolutamente a nada y disfrutar del viaje. Dicho esto, Hurra se podría calificar como el desolador y deprimente lamento de un joven por la trágica muerte de su hermana. Un grito narcotizado y sin rumbo fijo que se alza desde el corazón de los suburbios ingleses para reventarnos los tímpanos poco a poco.
    A lo largo de los años, Ben Brooks parece haberse especializado en canalizar un tipo muy específico de voz narrativa: la de los tristes jóvenes desorientados y sin propósito específico que entrecortan su visión del mundo dominada por las tecnologías y los mass media con improbables pero demoledoras reflexiones sobre cosas tan anodinas como la vida, la muerte, la amistad y el trabajo u otras más cruciales como quién se folla a quién o en qué casa es la fiesta de esta noche —al más puro estilo Skins—. Pues bien, Hurra no es sino el epítome de lo anterior. Así, en la última obra de Brooks, el cáncer es descrito como «el único tema importante que queda» y se dice que el asesinato está mal porque «significa que has impedido que alguien vea la nueva temporada de Juego de tronos». Sí, es afectado. Sí, es pueril. Pero funciona. Ben Brooks tiene un estilo personalísimo que, o bien adoras, o bien te saca de quicio (cuando no ambas cosas), pero lo cierto es que la mayor parte del tiempo encuentras verdad y autenticidad sangrantes entre sus páginas. Así que no dudéis. Id a por él. 

★★★



#134. Denis Johnson - El nombre del mundo

Lejos de atreverme aún con sus obras capitales, como son Hijo de Jesús o Árbol de humo, sigo rondando la obra literaria de Denis Johnson a través de caminos menores. Aunque Sueños de trenes me gustó mucho, no puedo decir lo mismo de El nombre del mundo, novela breve pero intensa que recoge tanto algunos de los pasajes más ridículamente absurdos que he leído en lo que va de año como interesantes y profundas reflexiones sobre el proceso de duelo y la pérdida de propósito vital. Dicho en otras palabras, en este libro Denis Johnson es capaz de lo mejor y de lo peor. Lo mejor: la premisa, que nos mete en la piel de un profesor universitario que trata de superar el fallecimiento de su mujer y su hija en un accidente de tráfico; el estilo, acoplado casi siempre de manera perfecta al discurso intelectual y meditativo del protagonista; el final, bastante acertado y coherente con la clásica estructura del monomito donde el objetivo a alcanzar es una completa y purificadora renovación interior. 
   Lo peor: la inconsistencia de la trama, un interminable soliloquio sin ningún tipo de subdivisión temática que salta de un sitio a otro con la optimista pretensión de que el lector no pierda el hilo en ningún momento; y, por otra parte, los desvaríos lynchianos que de vez en cuando salpican la narración, una serie de esperpénticos acontecimientos de carácter experimental que involucran diálogos disparatados, fantasías sexuales dignas de peritaje psicológico y una performance conceptual en la que una estudiante se depila el coño ante decenas de atentos espectadores. Vamos, que no hay por dónde coger muy bien este libro a menos que yo me haya perdido algo de una relevancia crucial. En cualquier caso, seguiré probando otras novelas del autor con la firme esperanza de que El nombre del mundo sea una anecdótica excepción y no una muestra representativa de lo que me va a seguir ofreciendo Denis Johnson en el futuro.  

★★½



#135. Nathan Ballingrud - Ecce Monstrum: un bestiario contemporáneo

Con el nuevo libro de Fata Libelli regresan a nuestras estanterías virtuales toda clase de engendros y criaturas mitológicas bajo una nueva y aterradora forma: la humana. Zombis, vampiros, fantasmas, ángeles, hombres lobo... olvida cualquier conocimiento ya aprehendido sobre estas especies sobrenaturales porque la cruda realidad es que nos han tenido engañados durante mucho tiempo. Nathan Ballingrud, escritor galardonado con el Shirley Jackson Award por su North American Lake Monsters —de la que provienen los relatos de esta colección—, sabe que los peores monstruos son los que llevamos dentro, aquellos que inspirar terror, no por su aspecto, sino por su procedencia. Así, encontramos en los cuentos de Ecce Monstrum personajes que de la noche a la mañana se ven inmersos en situaciones de lo más espeluznante y no son capaces de averiguar cuál es la reacción apropiada, cuál la solución que les haga conservar su preciada normalidad.
   Las ideas que engendran estos relatos seleccionados son siempre subversivas, retorcidas y estimulantes, no así su ejecución en todos los casos. A pesar de ello, la calidad media del conjunto me ha parecido notable y un par de cuentos son sencillamente espectaculares: El buen marido, que narra el macabro declive de un matrimonio después que la mujer haya intentado suicidarse en varias ocasiones, y Estación de paso, donde un indigente se despierta con un extraño agujero en el pecho que conduce a otros paisajes reconocibles. Lo mejor del libro es lo placentero que resulta sumergirse en cada pieza, lo bien que desarrolla Ballingrud la tensión narrativa y el estilo, entre desesperado y melancólico, que impregna la voz de los personajes con esa característica nota de pavor producida por la no comprensión de todo cuanto sucede ante sus ojos. 

★★★½



#136. Lola López Mondéjar - Cada noche, cada noche

«Mi madre se llamaba Dolores Haze, pero ustedes, de conocerla, seguro que la conocerán por Lolita». Con una premisa tan demoledora como la que propone Lola López Mondéjar es imposible que este libro no cayese en mis manos. De todos es sabido que Lolita es una de mis novelas favoritas, y si bien me acerqué a esta obra con un buen puñado de recelos, la escritora murciana ha sabido disiparlos todos combinando con acierto el relato de esta hija ficticia con una suerte de ensayo novelístico sobre la célebre nínfula de Nabokov y su desafortunada repercusión en la cultura popular. La protagonista de Cada noche, cada noche es Dolores Schiller, una mujer que en el transcurso de su vida ha descubierto ser la hija perdida de Dolores Haze a través de unos diarios que recibió siendo joven. Ahora, víctima de un agresivo cáncer, Dolores está dispuesta a revelar la verdad sobre su madre mientras espera recurrir al suicidio asistido en una clínica suiza. 
   Así, a través de tres perspectivas diferentes (Dolores en la actualidad, Dolores de joven y fragmentos del diario en el que Lolita plasmaba la desgarradora desaparición de su inocencia infantil), Lola López Mondéjar va construyendo un relato ambicioso, inteligente y emocionalmente complejo que reflexiona entre otras cosas sobre la culpa, el sexo y la creatividad literaria en un tono abiertamente beligerante. Imitando el lenguaje capcioso y sensual de la novela original, Cada noche, cada noche rinde un estupendo tributo al texto de Nabokov al tiempo que trata de derrumbar conceptos erróneos o malinterpretados sobre la obra maestra del escritor ruso con la vehemencia propia del ardor juvenil. Sin duda, Cada noche, cada noche constituye un complemento provocador e interesante que muy probablemente encantará a los fieles admiradores de Lolita.  

★★★½


Han Kang - The Vegetarian

martes, 5 de julio de 2016


► Título original채식주의자
► Traducción al inglés: Deborah Smith
► Año de publicación: 2007
► Editorial: Hogarth
 Páginas: 192
Comprar: Book Depository



Muchas veces los seres humanos tomamos decisiones sin tener en cuenta las consecuencias. Sin calibrar bien los riesgos, la letra pequeña. Movidos por las razones más peregrinas, incapaces de concebir el auténtico alcance de lo que podía suceder si se tuerce un solo epígrafe de nuestro perfecto plan. Sin embargo, más que una negligencia, este comportamiento irresponsable no es sino el resultado de luchar en desventaja contra las leyes de la probabilidad. La vida es un experimento aleatorio en el que no se pueden considerar las infinitas bifurcaciones que un único acto trae consigo. Pero aún así lo intentamos. Jugamos las cartas. Tiramos los dados. Damos alas a la mariposa y rezamos para que no se convierta en tornado. 

No obstante, Yeong-hye no tiene la suerte de su lado. Cuando le comunica a su marido la repentina determinación de no comer carne ni ningún otro producto de procedencia animal, sus nuevos hábitos alimenticios son interpretados como un acto de infantil y absurda rebeldía. Algo que en apariencia no reviste mayor importancia va adquiriendo tintes revolucionarios a medida que el entorno de Yeong-hye trata de convencerla —o incluso forzarla— para que abandone su recién inaugurado vegetarianismo. Nadie hace el menor esfuerzo por comprender, respaldar ni respetar los deseos de Yeong-hye, quizá porque una mujer dispuesta a llevar las riendas de su vida es una idea demasiado incómoda y amenazante como para tolerar su propagación. ¿O acaso esta inusual abstinencia cárnica es solo el síntoma visible de algo mucho más profundo y preocupante? ¿Puede una elección aparentemente inocua desembocar en la más absoluta y degenerada demencia?

Before my wife turned vegetarian, I’d always thought of her as completely unremarkable in every way. To be frank, the first time I met her I wasn’t even attracted to her.

Como se puede comprobar, la novela ganadora del Man Booker International 2016 pone jugosas y muy interesantes cuestiones —literalmente— sobre la mesa. The Vegetarian constituye un breve pero cuantioso menú de tres platos que uno devora con fruición hasta que, sin darte cuenta, se acaba la degustación y no tienes más remedio que chuparte los dedos para seguir disfrutando del intenso sabor que deja en la boca la obra de Han Kang. Metáforas culinarias aparte, The Vegetarian es una de esas novelas oscuras, originales y provocativas que despiertan tanto curiosidad como extrañeza, y hasta en algunos momentos, cierta repulsa.

Estructurada de manera lineal desde tres puntos de vista (el marido, el cuñado y la hermana de Yeong-hye), The Vegetarian ofrece a pesar de su brevedad un concienzudo análisis de los personajes involucrados que arroja reveladoras respuestas al enigma planteado por la novela y desarrolla a un nivel subterráneo la conflictiva e inescrutable personalidad de Yeong-hye, mujer en torno a la que ineludiblemente gira el relato aunque esta, objeto de una paradójica opresión narrativa, carezca de voz propia. Repleto de imágenes crudas e igualmente hermosas que evocan la sensualidad, violencia y acogedora serenidad de la naturaleza en sus distintas vertientes, la novela de Han Kang es capaz de transmitir sensaciones complejas y contradictorias mediante escenas que provocan inquietud, estupor y algún que otro temblor. 

A medida que avanza la historia, el propósito inicial de Yeong-hye transmuta en una necesidad de abrazar progresivamente un entendimiento casi espiritual con el mundo vegetal. Un regreso a los orígenes que no solo pasa por rechazar de pleno la ingesta de carne, sino de reconocer que estamos alimentando nuestros más bajos instintos a base de sangre y entrañas. Ahora bien, The Vegetarian es mucho más que un simple debate a favor o en contra del veganismo más radical. También un potente y perturbador relato que nos pone ante el espejo para determinar si no somos en realidad el reflejo de nuestras propias fobias. Si no utilizamos todos los métodos que están a nuestro alcance (o creíamos ser capaces de no emplear nunca) para aplastar o confinar todo aquello que nos da miedo ver en nosotros mismos. En efecto, las implicaciones de dicho estudio pudieran no ser todo lo satisfactorias que quisiéramos... pero si el papel de verdugo no resulta cómodo, imaginaos por un segundo el de víctima.  



 
Generación Reader © 2012