Wioletta Greg - Tragar mercurio

martes, 30 de enero de 2018



Título original: Guguły
Traducción: Karolina Todorowa
Año: 2014
Editorial: :Rata_
Páginas: 216


Tragar mercurio, primera novela de la poeta de origen polaco Wioletta Greg (Wioletta Grzegorzewska), es un libro disidente que se mueve por los márgenes de la literatura, una de esas raras aunque cautivadoras piezas de coleccionista que la editorial :Rata_ acostumbra desde sus inicios a incluir en su cada vez más inclasificable catálogo. Tragar mercurio es también un retrato poco halagüeño de la infancia, a la que Greg describe como una fruta podrida cuyo hueso se nos puede quedar atravesado en la tráquea. Una infancia, la de la autora, rural, agreste, amputada de inocencia, asediada por la escasez de recursos y los continuos cortes de luz que caracterizaron la región polaca donde transcurre la acción de la novela durante mediados de los 80.

No obstante, la de Wiola no se nos presenta como una infancia particularmente infeliz. Las inclemencias del campo, la precariedad económica, la incertidumbre por el futuro y el trato abusivo por parte de algunos adultos se diluyen en la incesante corriente de los días, marcada por las exigencias del trabajo, el costumbrismo religioso y los inapelables rituales que rigen la esfera doméstica. La de Greg es una voz que brota de la tierra, sus raíces profundamente arraigadas en la autoridad que otorga la experiencia. El lenguaje de la joven protagonista, a veces infantil y enajenado, contrasta con su asombroso dominio de tecnicismos y vocablos impropios de su edad, dotando al texto de una enriquecedora dualidad y un incontestable encanto.

Parte de la arrebatadora personalidad de Tragar mercurio reside en el lirismo de su prosa, consecuencia de la formación de Wioletta Greg como poeta, y en la naturaleza episódica de los acontecimientos, recuerdos apenas hilvanados entre sí que, no obstante, adquieren una sorprendente solidez observados como conjunto. Tragar mercurio da la sensación de ser un afectuoso homenaje a la persona que fuimos en la niñez, un cálido abrazo que enviamos desde el futuro a alguien que nunca lo recibirá. Ese mismo sentimiento entre melancólico y desgarrador, ese deseo de entender las experiencias vividas desde la perspectiva que otorga el paso del tiempo, aun sabiendo que no podemos hacer nada para remediar sus efectos, es una constante que guía el desarrollo de la historia y que acompaña al lector en su viaje por las páginas de Tragar mercurio.

Este viaje es, en gran medida, uno de autodescubrimiento. Como fogonazos de luz, los capítulos de Tragar mercurio iluminan de un modo u otro resquicios por los que se vislumbra el inquietante mundo de los adultos. Visiones catárticas, impúdicas, indescifrables al principio, pero que la niña protagonista continúa rumiando hasta otorgarles significado. Tierno y brutal, sobrio y elegante, pero cargado de intrincadas sutilezas, Tragar mercurio es una lectura bastante recomendable que atrapa sobre todo por su aparente sencillez. Una máscara que, espero, no impida a nadie reconocer el valor de un libro que no debe pasar desapercibido.


«Me trajo a casa en febrero. Aún sangrando, después del parto, se acostó en la cama y abrió mi manta, que olía a orina y mucosidad, para comprobar si yo seguía viva, roció el muñón de mi cordón umbilical con violeta de genciana, ató un lazo rojo en mi muñeca para protegerme contra el mal de ojo y durmió durante unas horas. Fue uno de esos sueños en los cuales uno decide si se va o si se queda.»

PUNTUACIÓN: ★½

1 comentarios :

  1. Me gustó muchísimo esta novela. Mi anterior experiencia con la editorial (El duelo es esa cosa con alas de Max Porter) no había sido muy satisfactoria (aunque reconozco que soy de los pocos a los que esa novela no le gustó) pero con Tragar Mercurio me he resarcido.
    No es solo la historia, que está muy bien y se leen en un santiamén, si no la sensación tan agradable que me dejó tras leerla

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